Argentina es como un paciente
alcohólico, con el agravante que es un paciente que no reconoce su adicción y
busca soluciones en un mayor consumo de alcohol.
Creo que decir “Argentina” es más
exacto que referirse a un “Gobierno” o a una idea política, ya que el no
reconocimiento de la adicción es general y se puede observar a diario a través
de distintos medios periodísticos, de discursos políticos, de comentarios de
personas ajenas a la política, etc.
En el caso de la administración
pública en general, el alcohol al que me refiero es el gasto público.
De la misma manera que el
alcohólico, el funcionario público recurre una y otra vez al gasto público en
exceso para “salir adelante”.
El alcohólico se encierra en sí
mismo y reniega de quienes le advierten de su adicción, de la misma manera que
el funcionario público cuando le advierten sobre el descontrol en el gasto.
Este comportamiento lo hemos
visto durante décadas en la Argentina. Independientemente del signo del gobierno
de turno, el descontrol estuvo a la orden del día y si bien, durante algunos
años pareció que este mal estaba bajo control, con el tiempo nos dimos cuenta
que tenían siempre una “petaca” escondida en algún lugar.
El alcohólico, al igual que el
funcionario público, siempre recurre a alguna teoría incomprobable para
justificar su accionar.
El camino para llegar a una
solución es sumamente sacrificado, pero es el único camino. Es necesario en
primer lugar reconocer la adicción, una vez que se da este paso sigue un
período muy traumático de desintoxicación y el tercer y último paso es mantener
la abstinencia de por vida. No hay otra solución.
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