Es frecuente
escuchar o leer que la salida de la crisis es el “crecimiento económico” como
si el crecimiento económico fuera una cuestión de voluntad o una decisión
política.
Partiendo de
la base que el crecimiento económico es algo deseable por todos, que es visto
como algo positivo, debemos tener en cuenta que no es posible lograrlo en el
corto plazo, por lo menos para la Argentina de 2019.
Generalmente
el crecimiento económico es definido como el aumento del valor de bienes y
servicios finales producidos por una economía (puede ser de un país, de una
región, etc.), pero esta definición no explica totalmente el concepto, ya que
una condición para que exista crecimiento económico es que haya inversión en
capacidad productiva de bienes y servicios.
En una
situación de recesión económica, como la que atraviesa la Argentina actual,
puede darse en algún momento un punto de inflexión en el cual la producción
frene su caída y luego comience a crecer, haciendo impacto positivo en el
empleo y utilizando la capacidad ociosa de maquinarias y espacios físicos
existentes. Pero esto no es crecimiento
económico. Puede llamarme recuperación económica, reactivación, pero esto no es
crecimiento económico.
La condición
necesaria para que exista crecimiento económico es la existencia de decisiones
de inversión. Si no hay decisiones de inversión es imposible lograr el
crecimiento económico y obtener todos los beneficios que se derivan de este.
Todo discurso
en torno a fomentar el crecimiento económico es estéril si no se crea un
ambiente positivo para las decisiones de inversión.
Tomar
decisiones de inversión lleva tiempo. Desde que se concibe la idea hasta que se
decide la inversión pueden transcurrir meses o años; desde que se decide la
inversión hasta que se consiguen los recursos (capital, financiamiento,
dirección, recursos humanos, espacios físicos, etc.) pueden transcurrir
semanas, meses o años; luego viene la etapa de inversión efectiva en la cual se
construye, se instala, se habilita y se realizan todos los pasos para que la
producción de los bienes o servicios se haga efectiva.
Tomar
decisiones de inversión significa pensar hacia el futuro, imaginar el futuro.
Esto significa enfrentar las incertidumbres que el futuro depara.
Cuando se
enfrentan las incertidumbres del futuro para la toma de decisiones se realizan
supuestos sobre el comportamiento de ciertas variables que afectan las
inversiones, ya que las inversiones van a estar sujetas a autorizaciones y/o regulaciones,
la operación y el resultado van a estar gravados por impuestos, y se van a
tener que respetar regulaciones laborales y de comercio, ente otras.
Por esto es
importante tener en cuenta que en cada momento hay ideas de inversión en
gestación, decisiones de inversión en estudio, inversiones decididas en
desarrollo (buscando capital, financiamiento, gerenciamiento, tecnología,
etc.), inversiones en etapa de implementación e inversiones realizadas a punto
de comenzar a operar; por lo cual es importante tener en cuenta que cada
decisión de política de un estado nacional, provincial o municipal puede
influir positiva o negativamente en estos procesos de inversión.
Lo que nos
preocupa en realidad son los casos negativos y como ejemplo podemos mencionar:
·
La imposición del cepo cambiario desde finales
de 2011, contribuyó a frenar decisiones de inversión ya que las regulaciones
sobre financiamiento desde el exterior, operaciones de comercio exterior y giro
de divisas al exterior se vieron afectadas, y muchas inversiones proyectadas
dejaron de viables, otras fueron afectadas en su rentabilidad y otras
decisiones fueron postergadas para analizar si las regulaciones eran
permanentes o transitorias.
·
Cuando en septiembre de 2018 el Gobierno Nacional
estableció una retención adicional sobre las exportaciones causó el mismo
efecto descripto en el párrafo anterior, no solamente para las inversiones
relacionadas con el comercio exterior, sino con todas en general, al dar
señales (que ya venían de antes) que no había estabilidad en las leyes
impositivas.
No debe
entenderse esto como una doctrina antiregulatoria, sino como una alerta ante
las señales que dan las medidas de política económica, ya que afectan las
decisiones de inversión y pueden postergarlas o frenarlas, lo cual incidiría
negativamente en el crecimiento económico futuro y en la obtención de los
beneficios que se derivan de este.
Lic. Fabio
Berlese
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